Sergei Rachmaninoff escribió su Concierto para piano núm. 3 en re menor, op. 30 en 1909. Se considera una pieza muy exigente, que inspira respeto entre los virtuosos del piano (el dedicatario, Josef Hofmann, nunca la tocó, y se citó al pianista Gary Graffman diciendo que debería haberla aprendido cuando era joven y no saber lo que era el miedo). Fue estrenada en 1909 por el propio Rachmaninoff como solista de la Sociedad Sinfónica de Nueva York dirigida por Walter Damrosch. Posteriormente se representó con Mahler como director, una experiencia que aparentemente conmovió a Rachmaninoff. La pieza se hizo muy popular en los años 1930 gracias a Vladimir Horowitz. Está estructurado en tres movimientos: si bien Rachmaninoff autorizó que se hicieran varios cortes a discreción del intérprete (en un intento de hacer la obra más atractiva para el público) hoy en día se suele interpretar en su versión original, que dura alrededor de 40 minutos.
Sergei Rachmaninoff escribió su Concierto para piano núm. 3 en re menor, op. 30 en 1909. Se considera una pieza muy exigente, que inspira respeto entre los virtuosos del piano (el dedicatario, Josef Hofmann, nunca la tocó, y se citó al pianista Gary Graffman diciendo que debería haberla aprendido cuando era joven y no saber lo que era el miedo). Fue estrenada en 1909 por el propio Rachmaninoff como solista de la Sociedad Sinfónica de Nueva York dirigida por Walter Damrosch. Posteriormente se representó con Mahler como director, una experiencia que aparentemente conmovió a Rachmaninoff. La pieza se hizo muy popular en los años 1930 gracias a Vladimir Horowitz. Está estructurado en tres movimientos: si bien Rachmaninoff autorizó que se hicieran varios cortes a discreción del intérprete (en un intento de hacer la obra más atractiva para el público) hoy en día se suele interpretar en su versión original, que dura alrededor de 40 minutos.